Mucho antes de querernos sin importar
el dónde, ni el por qué solo el cómo -de la manera más sincera y
sin ataduras-; mucho antes de los besos, de los te quieros, de
compartir cama, coche y playa; mucho antes de que me doliera el
corazón no tenerle cerca; mucho antes de saber que no hay mayor
devastación que ver a la persona que más quieres queriendo a otra.
Mucho antes de Lobito y Luna, él y yo fuimos mejores amigos.
Nunca hemos dejado de serlo en
realidad. Nos hemos puesto pocas normas pero las que hay son
necesarias. Varias veces hemos dejado claro que ante todo todo somos
mejores amigos. Nos lo hemos dicho muchas veces pero para mi quedó
sellado en uno de los viajes nocturnos en coche. Íbamos al centro de
la ciudad, una noche muy surrealista que otro capítulo contará.
Comenzamos a hablar con las
declaraciones de amor en la garganta y las ganas de destruirnos a
mordiscos en los labios, pero supimos priorizar lo importante:
“Tú y yo nos vamos a querer
muchísimo pero jamás podemos olvidar que ante todo somos mejores
amigos.”
Fue bonito. Una especie de “aunque
esté queriendo a otra y tú estés queriendo a otro siempre nos
vamos a tener porque eso significa ser mejores amigos” Siempre nos
tenemos, por una parte siempre nos tenemos.
No fue poco tiempo, fueron cinco años
de pura amistad. Cinco años en los que no nos probamos al desnudo.
Cinco años dónde aunque existieran las ganas simplemente no tenía
que ser. Cinco años que no sé si ahora aguantaría. Por eso es que
le necesito tanto; porque a pesar de nuestras pausas, de nuestros
cambios de carrete, siempre está ahí y yo siempre estoy aquí, en
esa habitación imaginaria que compartimos dándonos la mano y de la
que ninguno queremos salir.
Decimos mucho eso de “nadie me
entiende” hasta que llega la persona que sí lo hace y ahí,
entonces, no podemos dejarla escapar.
Lobito es mi mejor amigo, aunque de la
expresión “mejor amigo” la palabra importante en realidad es
“mejor”. Él es mi Mejor.
Mejor que todos -que lo tengo
comprobado-
Mejor que todas
Mejor que un día de playa
Mejor que cualquier madrugada
Mejor que la película más galardonada
Mejor que lo que necesito respirar
Mejor que Arctic Monkeys
Mejor que Neruda
Mejor que todos los libros de mi
estantería
Mejor que un viaje sorpresa
Puede parecer complicado mezclar amor y
amistad, más aún cuando no se sabe cuál es más fuerte. Y lo es.
Un día decidimos complicarlo todo y fue la mejor decisión del
mundo. Era todo lo bonito de la amistad y todo lo bonito del amor. Yo
tenía a mi Mejor y eso solo me hacía ser mejor -su Mejor-
El problema fue cuando yo me vi
superada. Desde hacía meses temía que Lobito superara a Mejor, el
día que lo comprobé fue muy amargo. Le quería con el corazón más
que con el alma y por eso era incapaz de alegrarme verle feliz
mirando con ojos a otra. No los ojos que tiene conmigo, no la misma
mirada, no la misma felicidad, pero mirándole-con ojos-con
felicidad.
Cómo me detectó. Cómo notó a mi
corazón tirar del suyo. Cómo me leyó los sentimientos.
Esa fue la noche de los flamencos que
aunque tiene un nombre bonito para mi fue la mayor catástrofe de mi
vida. Por primera vez los huracanes, tornados y terremotos pasaron y
derribaron los edificios.
Él es mi mejor amigo pero también es
mi mejor amor y el problema fue que no pude mantener la balanza
equilibrada. Por eso estamos en pausa. Por eso le dejé libre. Por
eso él me dejó dejarle.
¿Sabes? Me gusta leerte. Un abrazo Abbey eres pura energia de la buena, de esa sentimentalista sensacional. <3
ResponderEliminarRealmente no soy de comentar en blogs o en vídeos... Pero tu historia me ha robado el corazón, principalmente porque me siento muy identificada y también tengo un "Lobito"... Admiro la manera como pones en palabras justas lo que se cruza por el desorden de mi mente.
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