Os voy a contar la historia de Lobito
porque de alguna manera tengo que sacarme de dentro todo esto que no
me está dejando arrancar de lleno. No me quiero olvidar de Lobito,
esto no es una terapia anti-fieras, solo necesito descargarme del
peso que provocan nuestros recuerdos para ver si así puedo seguir
adelante. Tampoco es como que sea capaz de olvidarme de él, no es
tan fácil.
Lobito es una persona complicada pero
lo cierto es que yo lo he sido mucho más que él durante todo este
tiempo. Llevamos casi siete años de historia y como en toda
historia, hay guerras y tratados de paz y también, por supuesto, hemos tenido nuestros Felices años 20 con su correspondiente Crac
del 29 y la Gran Depresión, de la que -claro- nos recuperamos varias
veces.
Lobito y yo hemos sido todos los
fenómenos meteorológicos que podáis imaginar. Pero eso es fácil
porque bueno, él es un fenómeno. Tormentas y huracanes han pasado
por la ciudad sin que nadie más se de cuenta, pero también han
habido muchos mares en calma que puntualmente brotaban en tsunami y
otras que solo quedaban en una ligera subida de marea. También nos
hemos hecho desierto y tormentas de arena. Aunque sin duda, lo que
más hemos hecho Lobito y yo ha sido mojarnos en muchos sentidos:
empaparnos en lluvia, decirnos lo que a nadie más le hemos dicho y
ponernos muy calientes.
La mayoría de nuestra historia ha
tenido lugar en Nuestra Ciudad. Nuestra y de nadie más. Porque la
verdad es que hemos lanzado todo un hechizo que hace que el resto del
mundo no pueda ver las calles como las vemos nosotros. Existen
nuestras calles y las calles de los demás.
La ciudad donde nos
encontramos era fea de cojones, en serio. Pero
Lobito y yo las transformamos, no fue un trabajo fácil, fueron muchos
paseos nocturnos y e incontables aventuras. Nuestra Ciudad tiene el
récord de cantidad de recuerdos por metro cuadrado y estamos tan
orgullosos de eso. Cuando vuelvo a mi ciudad también vuelvo a
Nuestra Ciudad, es un viaje en dos, espero que algún día podáis
hacer uno. La verdad es que caminar por ese asfalto me llena de
nostalgia y una felicidad triste porque sin él pues... es feliz
-porque así lo construimos- pero su ausencia deja demasiadas puertas
abiertas a sentirse vacía y en consecuencia, triste.
Cuando conduzco con mi coche las cosas
se aceleran y ralentizan aún más. Se acelera el proceso de
reproducción de nuestros momentos y se ralentiza el tiempo para
apreciarlos mejor. No sé cómo explicaros, pero Nuestra Ciudad está
llena de hologramas de todos los besos que nos hemos dado, de aquella
rama del árbol que partió por hacer el mono, de esa idea de
pintar la gran pared blanca con una frase bonita, de escaladas por
edificios, de charlas en los parques, de comida a las tantas de la
madrugada, de derrapes en descampados abandonados, de estrellas en
edificios en ruinas y de quitarnos la ropa en caminos de tierra. Nos
veo por todos lados y sé que nos hemos hecho inmortales porque
otros, todos aquellos que consigan vivir el amor, nos verán por ahí
retozando.
Yo vuelvo de vez en cuando, me hago ese
viaje en el que conforme cada kilómetro que me acerco puedo empezar
a notar la densidad del aire en el que nos dejamos tanto aliento. Él
vuelve menos. Ahora mismo ninguno vivimos allí, yo -como he dicho-
soy incapaz de olvidarnos, de olvidarle. Pero tengo miedo de que él
sí lo haga. De que un día deje de vernos. De que un día deje de
quererme a quemarropa.
Tampoco os voy a mentir, escribo esto
para sacármelo de dentro y también tengo la esperanza de que Lobito
lo lea y entienda que yo siempre voy a ser su Luna porque estamos así
unidos. En otro momento le invitaría a casa o me colaría en la suya
para recitarle estas líneas, o le llamaría y le diría “tú, mira
mi blog que te he dejado un regalo” o probablemente él me llamaría
y me diría “oye, me haces chispitas”. Pero ahora Lobito y yo
estamos en pausa, yo lo sé y también sé que él lo sabe. Siempre
hemos sido de hacer tratos sin palabras, no te hacen falta las
palabras cuanto te entiendes así con una persona. Yo le he dejado
tanto de mi y él tanto de sí que es imposible no estar conexos.
Tampoco le he pedido permiso, pero ya
os digo que esto le va a encantar aunque puede que no sea capaz de
leerlo muchos días por la hecatombe que desprenden nuestras
historias. No siempre apetece desencadenar un terremoto, a mi no me
apetece si no estamos juntos para ser el epicentro.
Por si acaso me lee:
Lobito, te quiero.
Esto es mi lucha por ti.
Ya sabes que no puedes pararme.
( t u s a l t a v o c e s l o e s t á n p i d i e n d o )
Realmente me gusto mucho! seré sincera contigo, es la primera vez que leo algo que hayas escrito, pero me encanto!
ResponderEliminarSigue así <3
Al leerlo fue como leer mi historia! :'( Sigue adelante, escribes hermosoo! saludos! <3
ResponderEliminarRealmente me encanto, tan profundo. Tan tú. ❤
ResponderEliminar¡Me encanta! Como todo lo que haces; pero no me encanta porque lo hayas hecho tú, sino por la piel de gallina que me pones al leer el poder que tiene lo que escribes... tienes el poder de transportarnos a la historia y a esas calles que, aunque tu hechizo no nos deja ver, podemos imaginar y sentir lo bellas que son... eres inspiración pura, abbey! ❤
ResponderEliminarY ojalá Lobito lo lea, porque sino... de lo que se pierde.
Excelente
ResponderEliminarMe encantó
De lo mejor
Eres mi escritora favorita
❤️❤️❤️