lunes, 4 de junio de 2018

Tendríais que verla sonreír.

Tendríais que verla sonreír
lo hace como si no tuviera heridas,
volviera a la infancia
y nadie le hubiera hecho tropezar aún.

Se le curvan los ojos
y saltan desde sus pestañas valentía.
Arruga la nariz
y aulla porque es medio loba.

Sonríe,
pero mucho menos de lo que se merece.
Quiero que dejen de hacerle daño,
que le pidan permiso,
le den las gracias
y nunca más la engañen.

No es indestructible
y no quiero que el mundo se lo siga exigiendo.
Que se deja la piel por cualquiera,
y solamente espera que no le arranquen lo que queda.

Ella llora y suceden los tsunamis,
me rompo más por dentro que por fuera
y le doy las manos muy fuerte
esperando que eso la sostenga.
Cuando no funciona
solo puedo pensar que ojalá los culpables
fueran capaces de entender que la abrieron en canal
y envenenaron sus pulmones sanos de tristeza.
Por eso, a veces le cuesta respirar
y no hay oxígeno suficiente
que combata sus preguntas.

Ojalá pudiera explicarle
que es la persona que más cosas buenas se merece en el mundo
y que nada de lo que le sucede es su culpa.
Ojalá fuera capaz de escucharme
cuando le digo que es válida
y que voy a sacar sus pies del fango
siempre que lo necesite,
y que no hace falta que me lo pida.

Sé que si me rompo,
aún habría una parte de mi entera,
por ella,
y que lo único que le importaría
es verla sonreír.

Pero ponédmelo fácil,
dejad de arañar su muralla,
que si la vierais por dentro
entenderíais que tenemos suerte de vivir en el mismo tiempo que ella.


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