miércoles, 29 de abril de 2015

y aquí nos quedamos los tristes.

 

hay una gran diferencia entre mis “me conozco” y tus “te conozco”
y es que los tuyos me los creo
y los míos se hacen indestructibles contigo

verte a punto de volar fue la metáfora más bonita que me ha regalado la ironía,
que siempre se ríe de mi.
verte volar no lo hubiera soportado,
se me habrían deshecho los puntos de sutura de las emociones.
me alegró que lo hicieras
pero mi corriente sanguínea parecía latir todas las veces en las que iba a necesitarte conmigo
y ardía.

en cuanto a rimar personas
nosotros somos como los versos de un poema de Neruda
inquietos, rebeldes, íntimos
fuertes, temblorosos, intensos
e inseparables

o como Bucay
pausados, densos
y metafísicos

 No veas qué putada saber que te voy a echar de menos, 
 mucho más de lo que ya te he echado. 

 Pero es que nadie lo impidió. 


(también en vídeo)

domingo, 12 de abril de 2015

Voy a hacer metáforas sobre lo capullo que eres.

Hoy no te voy a escribir.
Hoy me voy a escribir a mi porque me lo merezco después de aguantarte.

Le voy a escribir a todos los dibujos que he hecho sin pensar en ti, a todos los textos que, valientes, han dicho que el amor es una mierda (porque lo es si es contigo). Voy a recordar todos los momentos en los que no me acordaba de ti, en los que estaba con otro y tú me dabas igual. Todas las veces en las que si me hubieras llamado te habría dejado sonar para joderte con la incertidumbre de no saber si no lo cojo porque no quiero, porque me he dejado el móvil en el metro, porque me ha secuestrado un grupo de psicópatas sexuales o porque estoy de fiesta, bebiendo cerveza sin ti.

Le voy a escribir cien odas de amor y desamor a todas esas veces que te mandé a tomar por culo y también a la cara que se te quedó cuando te dije que era la última vez que quedábamos, que estaba harta de que me jodieras. Voy a ponerle todos los adjetivos a esa prepotencia tuya con la que te creías el puto amo del mundo, con la que me dejabas esperando cada domingo con la falda puesta deseando que me la quitaras, y no venías, capullo. Voy a hacer metáforas de cómo me convertía en volcán y en huracán cada vez que me interrumpías con una de tus historias de mierda sobre lo guay que eres y lo poco que te importo, como si tuviera que darte las gracias por pasar el viernes noche conmigo o haber puesto tú el condón. O yo que sé. Eres un gilipollas.

Le voy a decir a mis amigas que eres un cabrón, después nos vamos a poner bien guapas, a salir de fiesta y me voy a olvidar por fin de cómo me dejé engañar y lo estúpida que me hacías sentir cada vez que te ibas diciéndome que “no sé cuándo volveré a tener tiempo para verte, es que tengo muchas cosas que hacer ¿sabes? Proyectos y...”  y otras tías a las que tirarte, si ya lo sabía. Pero cállate, pedazo de basura.


Bueno, lo de no escribirte lo dejamos para otro día.


sábado, 11 de abril de 2015

domingo, 5 de abril de 2015

El muro de Madrid


He aprendido que la frialdad de una ciudad no está precisamente en los termómetros. Está en los muros que hay entre la gente.

Por aquí no existen los
“descúbreme despacito y con mimo, pero por favor, descúbreme”
por aquí se va con armadura y miradas letales que avisan
“no te acerques”

Que el invierno no es eterno por naturaleza pero la gente lo siente inmortal y así sucede, una escarcha perenne.

Quizás siento frío de más porque he pasado demasiado tiempo quemando momentos con pirómanos de experiencias expertos en hacer que nos amanezca. Quizás también porque echo de menos mi coche, pero de ese ya te hablé. O porque estoy hecha de desierto, de arena movediza que no sabe estar quieta y absorbe los momentos para hacerlos parte del oasis.

Desorientarse es que de repente no haya camino bueno o malo porque simplemente ya no hay más camino a seguir. Tener todas las posibilidades pero no saber por donde empezar, o si quieres empezar. Conectar en stand by con el mundo. Apretar el interruptor a medias y que la luz parpadee. Querer pisar el acelerador y embrague a la vez. Sobrevivir un viaje con 4% de batería. Comenzar a subir el monte sin linterna. Quedarte pillado en la aduana a propósito.

Estoy desorientada, sí, pero sé dónde estoy. Estoy en el centro de un montón de cosas que tengo lejos. De un montón de personas a las que les pondría una orden de acercamiento “Prohibido estar a más de una ciudad de distancia”. Pero bueno, yo es que por mucho que me mueva siempre estoy lejos de lo que quiero.

Madrid va a matarme y, a veces, me dejo.
Se me está apagando el fuego y me quedan muy pocas ideas para reavivarlo.
También puede que se me estén olvidando.

Por aquí sois todo muros de Berlin y yo estoy demasiado cansada para otra guerra.
Estoy cansada de esperar a sentirme de algún lugar, de llegar a un sitio y comenzar a mirar casas con vistas bonitas en otro.

Madrid, yo no te voy a querer pero tampoco te hace falta. Tienes conquistado a medio mundo, todo un catálogo de amores platónicos sobre ti, a veinteañeras con complejo rockstar deseando tomar cerveza por la Latina, a poetas recitándote por Malasaña y escribiendo sobre lo bonito que te quedan las faldas de las chicas, a quinceañeras saltando en tus conciertos del Palacio de los Deportes, a fotógrafos que dejan la cámara a un lado para mirarte directamente la vida de Gran Vía, a media juventud creyendo en ti como refugio.

Madrid, yo no te voy a querer nunca, pero tampoco te hace falta. Solo te pido que no me asfixies, que nos reconciliemos y ambas nos dejemos respirar.