domingo, 30 de septiembre de 2018

Un incendio que nunca se saciaba.

Siempre he sido de perder el imperdible,
sentirme esclava de mi libertad
y mirar muy fijamente los carteles de “prohibido jugar a la pelota”
mientras los niños juegan a la pelota, porque son niños.

Grito en silencio cada vez que alguien pide perdón por la poesía.
No pidas perdón por la poesía,
no pidas perdón porque tiemble tu poesía,
la poesía tiembla.
No
pidas
perdón.

En la nevera tengo guardado un incendio que pedía agua
pero nunca se saciaba.
Yo pedía ahogada en lágrimas que me dijera qué más podía hacer
pero él solamente repetía una y otra vez:
Agua
Agua
Agua

Y yo le daba agua,
recogía la lluvia,
dejé de regar las plantas,
rompí el puto acuario del zoo,
murieron muchísimos delfines,
salió en todas las noticias
y el jodido incendio seguía gritando:
Agua
Agua
Agua

Y murieron muchísimos delfines,
y yo estaba más seca que nunca pero nunca pedí:
Agua
Agua
Agua

Ahora el incendio pasa frío en mi nevera,
a su lado hay un tupper con espaguetis carbonara.
Tiembla como la poesía
y yo soy socia de “Greenpeace”.


martes, 4 de septiembre de 2018

Más entera que nunca.

Tú no lo ves,
pero tengo un corte en la yugular que brota a borbotones
y me falta una mano
por habérmela quemado en el fuego que no tocaba.

Dependiendo del día, me quedo un poco ciega,
cojeo, o se me caen los colmillos.
También tengo una cicatriz en la ceja
que se empeña en ponerse a la altura del pecho,
y me quedo muda
cuando los días empiezan a durar menos.

Aún así insistes
en que beba de ese agua sin olerla
y duerma sin dejar un ojo abierto.

Me tiendes la mano
como empapada en agua oxigenada
pero las heridas que me quedan,
las quiero abiertas.
Ya las cerraré cuando sepa
con qué poema coserlas.

Me preguntas demasiado
para lo poco que te gustan las respuestas:
No, no somos almas gemelas por escuchar ambos a Pereza.
No, no quiero que me invites a esa cerveza.
No, no quiero que te plantes en mi puerta.
, me quiero aun descompuesta,
porque desde que soy dueña de mis pedazos
estoy más entera que nunca.

Así que no insistas,
porque no me has visto meterme en la boca del lobo
y salir aulladora,
ni me has visto pillarme el corazón en trampas,
casi ahogarme en dolores
y aún con todo,
salir a pie,
a flote,
cicatrizada
y con la trenza bien alta.

Entiende que si no dejo que me cuiden,
es porque nadie lo va a hacer mejor que yo.