miércoles, 22 de agosto de 2018

El niño que me regaló un atardecer

Él tenía esa edad en la que los niños se vuelven muy malos o son demasiado buenos,
aún no iba solo al colegio,
ni pensaba qué quería ser de mayor.
Yo acababa de tatuarme la palabra "libertad" y, como ahora, tenía miedo de que le rompieran el corazón.

Los domingos montábamos en bicicleta
y aprendí que hay rutinas que sí quiero tener.
Rodábamos el camino verde que estaba hecho sobre una antigua vía del tren,
quedaban carteles de límites de velocidad oxidados y escaleras a estructuras que ya no estaban.

Las montañas de piedra y arena callaban a las ciudades de alrededor
y solo hacían eco a las cosas buenas.
Él no hablaba mucho porque siempre ha sido muy de llevar tanto las tormentas como las flores en el interior,
y yo no preguntaba demasiado aunque siempre he querido saber más.
Él siempre me escuchaba como si tuviera algo muy importante que decir
y para mi lo más importante era que él siguiera creciendo hacia arriba todos sus sueños.

Rodábamos el camino verde a la hora del atardecer porque era mi momento favorito
y siempre nos parábamos en un puente para ver el sol acercarse al horizonte.

Una vez mi bicicleta se rompió justo al comenzar,
y me pareció muy injusto que la mala suerte nos fuera a robar así el domingo.
Pero él sin dudar me cambió la bicicleta rota por la suya y me dijo muchas veces, que no le importaba.
Tardamos casi el doble en completar la ruta,
le pregunté cada cinco minutos si estaba bien y si volvíamos,
él siempre decía que "para adelante" y yo veía que sudaba, pero que estaba decidido.
Cuando llegamos al puente,
el sol ya se fundía con el horizonte
y él respiró profundo.
Le volví a preguntar si estaba cansado, y por primera vez en toda la tarde me dejó ver que sí.
Le pregunté por qué no habíamos vuelto antes,
y como si fuera la cosa más obvia del planeta, me contestó:
"Tú querías ver el atardecer".

Al niño que me regaló un atardecer,
quiero que sepas que aún nadie me ha hecho sentir más importante,
y que la única persona que me ha hecho un regalo mejor,
fue mamá cuando te trajo al mundo.



miércoles, 15 de agosto de 2018

Mis raíces.


No soy una planta, pero sí que echo raíces
y crezco cada vez que miro al cielo.

En ti sembré todos mis planes,
mi presente
y cada uno de los posibles futuros.
Mi riego eran tus besos cada tres días,
y mi temperatura la de tus abrazos.

Sin demasiado aviso, abandonaste el jardín
y la mayoría de mí, no aguantó la sequía.
Ahora estoy a base de mucho sol y mucha agua,
a ver si acepto este trasplante de planes en mi vida.
Porque tomar el único futuro en el que tú no estás,
pudriría las hojas de cualquiera,
pero las mías ya no.

mis raíces en vídeo:

* este poema es una extensión de estas cinco líneas que en su momento fue todo un alivio escribir.

lunes, 6 de agosto de 2018

Las respuestas de estos abuelos cambiarán tu idea del amor.


El amor es vida... así que escuchemos a los más sabios.
Tuve la suerte de poder hablar con estos ancianos sobre cómo han vivido ellos el amor y el resultado no fue para nada lo que me esperaba. Cada uno tenía una visión muy diferente y eso me pareció muy revelador.
Los que aún podáis: hablad con vuestros abuelos, tienen tantas cosas que enseñaros.