Al mundo le faltan ganas, le faltan manos colándose por mi
falda, le faltan horas en la madrugada, de 12 a 6 no me da tiempo a hacerte
todo lo que te pienso.
Que sí, que al mundo le faltan braguetas abiertas y poemas
en mi boca, le falta nuestra sombra proyectada en la pared nocturna de tu salón,
que nos hemos dejado todas las luces encendidas porque follar mirándonos las
caras, es hacer el amor.
No quiero que dejen de haber guerras, lo que quiero es que
las llevemos todas a nuestras caderas y no tardemos demasiado en firmar la paz.
Así no da tiempo a hacernos heridas, pero sí a llevarnos todos los reconocimientos
al mérito de que la luna hoy brille más por nosotros.
Yo soy libre, así como lo es mi pecho bombeando y
respirando, al ritmo de los besos; así como lo son mis tetas que se acunan en
las manos que ellas elijan; así como mi curiosidad, que no es gato y por eso
mete las narices incluso donde no le llaman, porque ella no tiene miedo a
morir, ella solo es libre; así como lo soy yo.
Hacer el amor no mata,
deshacerlo tampoco.
De las personas con las que compartí mis labios aprendí que si te haces daño
mientras besas, solo hay dos opciones: o lo estás haciendo muy bien, o lo estás
haciendo tremendamente mal. Y que si mirar al cielo después de tener sexo te da
dolor en las emociones, es que no lo estás haciendo con quien quieres. Al mundo
también le faltan enamorados queriéndose, pese a las circunstancias.
Una vez escuché en una canción que las balas son igual de
baratas que los condones y que por eso va tan mal el mundo. Y la razón es que
no le falta verdad.