Una
vez leí una frase de Henry Miller que decía:
"Si
quieres olvidar a una mujer, conviértela en literatura.”
Por
eso empecé a escribirte, porque necesitaba olvidarte un poco y así
poder calmar el terremoto de no tenerte. Pero me he dado cuenta de
que no sirve de nada, de que esto solo me está enfermando más y es
una patología de la que no quiero salir porque creo que la meta
final eres tú.
Te
hago literatura porque lo mereces; te hago literatura porque te
necesito de algún modo -de cualquier modo-; te hago literatura
porque te recuerdo, cuerdo y loco, a cada instante. Te hago
literatura porque “amarte en parte porque eres todo arte”
Amor,
que yo por ti pasaba por cien suelos de clavos, doscientas pasarelas
de fuego, volvería a vivir los peores meses y me quitaba los
dieciséis de diciembre del calendario.
Amor,
que yo busco y busco y no encuentro nada que no haría por ti.
Que
Wio suena cada noche a las diez menos cuarto, trayendo todo un cóctel
de noticias menos las tuyas. Y que no estás aquí para huir, ni
antes de las diez ni después y fíjate que sí que enloquezco cuando
oigo a alguien gritar a una terraza “te amo” y no eres tú.
Amor,
que te amo y no me encuentro límites en este campo.
Lobito
y yo hemos estado en muchas pausas además de muchos replays. En
una de esas, larga como los inviernos sin poder acurrucarme en sus
brazos, todo fue muy a la deriva en mi vida. Había abandonado
Nuestra Ciudad buscando paraísos allá dónde se hablaba que
existían y solo me encontré bosques quebradizos de abetos quemados.
Yo, que soy tanto de desierto como de mar. Yo, que soy tanto de
verano como de diciembre. Yo, que me monto en la atracción más alta
a pesar de mi vértigo. Fui incapaz de mantenerme firme en ese
bosque... quebradizo... y quemado, de abetos.
Llegó
diciembre para salvarme, como siempre hace. Con mi dieciséis y
nuestro veinticinco. Y yo solo me dejé llevar a casa de nuevo y yo
solo volví a encontrar todo el hogar que necesitaba en él.
Después
de nuestra pausa, después de haberme marchado y haberle dejado allí,
volvimos a levantar el vendaval en Nuestra -siempre eterna e
inamovible- Ciudad. Nos pusimos a trepar edificios esa noche. El más
alto de todos, el gigante abandonado, tan pausado en el tiempo que
estaba en blanco y negro.
Trepamos
por las escaleras y paredes y llegamos a su punto más alto, llegamos
a nuestros tronos de emperador y emperatriz de esa ciudad. Veíamos
sus luces resplandecer tintineantes, la avenida desembocando en
institutos de colores, a lo lejos el fin y cerca -con nosotros- el
principio.
Me
acuerdo del temblor de estar de nuevo con mi Lobito, de seguir
escribiendo nuestra historia, de sentirme en el lugar en el que justo
tenía que estar. Me acuerdo de él haciéndome una foto porque
“estaba mona” ahí arriba, con la nariz roja del frío y los
mofletes sonrojados del amor que me recorría cada centímetro.
Allí,
arriba, en la cumbre de la montaña de nuestros recuerdos le conté
que Madrid se estaba portando mal. Le conté que lloraba más que
reía. Le conté que ser fuerte ya no servía. Y él me volvió a
prestar sus brazos y me abrazó con el corazón. Después de tantos
meses, después de haber sido amor y desamor,
~ahí estaba él: íntegro, inalterable, permanente, continuo, inefable.
para
mi: descompuesta, rota, rasgada, descosida, quebrada.~
Porque lo
necesitaba, de nuevo, vino con su silente aullido a calmar todos
mis eclipses.
Ahora
Madrid me está dando muchos mimos y si ella no puede, hay personas
que lo hacen. Pero la verdad -y sé que es una preferencia estúpida-
preferiría que Madrid siguiera siendo una mierda y tener a Lobito
conmigo.
No
tengo ni puñetera idea de lo que hace con su vida y tampoco tengo ni
puñetera idea de lo que hago yo con la mía sin él.
Por qué no nos estamos queriendo. Por qué salgo a la calle y no está él esperando. Por qué no tengo mi coche para ir a recogerle. Por qué está allí. Por qué seguimos en pausa. Por qué así. Por qué Lobito y Luna y no sólo él y yo.
Por qué no nos estamos queriendo. Por qué salgo a la calle y no está él esperando. Por qué no tengo mi coche para ir a recogerle. Por qué está allí. Por qué seguimos en pausa. Por qué así. Por qué Lobito y Luna y no sólo él y yo.
Henry
Miller no tenía ni puta idea de literatura.
Me encanta. Te leo por primera vez y puedo decir que me ha conquistado.
ResponderEliminarhttp://ecosdeolvido.blogspot.com.es/?m=1
Ésto me lo compartió mi entonces novia hace 3 años, en ese tiempo no creíamos que el destino nos llevara a estar juntos tanto tiempo. Lo dudamos aún más cuando el destino nos separó y yo comencé a estar con otra chica, pero las cosas no salieron bien con ella y muchas cosas cambiaron tanto conmigo, como con mi vieja chica. Y hoy, 25 de Junio del 2018, vuelvo a estar con ella desde hace poco más de un mes, y estamos juntos -al menos en mente ya que en cuerpo no- leyéndolo de nuevo, con más nostalgia que otra cosa.
ResponderEliminarQuiero agradecerte el haber escrito estas lineas con las cuales podemos identificar nuestra historia.