En una de tantas madrugadas Nuestra
Ciudad se nos quedó pequeña y quisimos experimentar. ¿Qué se
contarían los demás, los que estaban más allá de la frontera de
nuestras calles?
Cogimos el coche y nos fuimos al
centro. Llegamos bien tarde, tanto que la fiesta ya se estaba
acabando para todos, la afición que teníamos de vernos por las
noches tenía sus ventajas y desventajas. Pero nos dio igual, la
fiesta la traíamos nosotros.
No pasaron ni diez minutos desde que
dejamos el coche aparcado en una calle de las que nunca hay
aparcamiento hasta que un par de tipos nos pararon. Me pararon más
bien. Soy una ligona, señores, qué le voy a hacer. Bueno, en
realidad no, pero al tipo ese le tenían que gustar las
coletas mal hechas y las camisetas anchas de perritos.
Dos tipos de nuestra edad se nos
acercaron. Uno -el ligón- iba con más alcohol que sangre en las
venas, el otro -el ajustado- iba más estable, enfundado en un
atuendo claustrofóbicamente apretado y con unas gafas a conjunto de toda esa
“modernez”. Ambos hacían un dúo gracioso. El ligón no tardó
ni tres frases en decirnos que era guitarrista y que tocaba en un
grupo con mucha proyección, mientras nos contaba esto sus pelos largos se le caían por
la cara y con un gesto torpe los iba retirando.
El ligón me ofreció una cerveza que
acepté y nos preguntaron si estábamos de fiesta, y aunque
hubiéramos llegado hacía diez minutos solo para ver otras calles
diferentes Lobito dijo con seguridad:
“¡Claro, claro! ¿Qué vamos a
hacer si no por aquí?"
Le gustaba liarla y más con gente a la que
acababa de conocer. Así que nos pusimos en camino los cuatro:
Lobito, Luna, el ligón y el ajustado.
El ligón solo tenía dos vertientes de
conversación: que era muy bueno tocando la guitarra y tirarme
indirectas. No sé con cuál me reía más. Era un tipo simpático.
En una plaza descubrimos que teníamos una amiga en común y entonces
quiso hacerse una foto juntos para enviársela. Lo que me vino de
sorpresa es que me cogiera cual princesa para posar. Ojalá pudiera
poneros aquí la foto, mi cara tiene una sonrisa muy característica
que solo me sale en las situaciones desconcertantes.
Después de ese breve pero intenso
episodio seguimos nuestro camino, los cuatro: Lobito, Luna, el
ligón y el ajustado.
Lobito estaba teniendo a ratos una
conversación con el ajustado, aunque no se le veía muy ilusionado,
no era de esas personas a las que acababa de conocer que tuviera
cosas interesantes que contarle. Yo a ratos también le rescataba,
pero el ligón era muy ligón. Fue ahí cuando empecé a insinuar que
Lobito y yo éramos novios, aunque no lo fuéramos realmente, no en
el sentido estricto de la palabra.
En la siguiente plaza el ligón frenó
en seco y dijo que no se creía que estuviéramos juntos. Entonces
nos "retó" a que nos diéramos un beso para comprobarlo. Qué gran desafío besar a aquel con quien me pasaría el resto de mi vida. Cuando Lobito y yo
lo hicimos la actitud del ligón cambió. Lobito lo describía así: “qué triste se puso, aunque también estaba algo enfadado.” Lo cierto es que algo en su mente alcoholizada hizo el
intento de cambiar, pero -aunque más disimulado- la esencia fue la
misma.
Finalmente llegamos a unos de los pocos
locales que abrían hasta el amanecer pero yo ya me había cansado
de compartir esa noche con otros y con la mirada y un par de apretones de mano Lobito entendió que era momento de irse. Le hicimos al ligón
y al ajustado (que estaba también harto de nosotros) la de “nos
duele la cabeza” e hicimos bomba de humo.
Recuerdo esa noche con cariño porque
fue la perfecta demostración de que Lobito y yo somos tan variables
como queramos. Y también porque me gusta la picardía con la que se
divierte viéndome en esas situaciones surrealistas con gente al
azar.
"Estuve en Londres, Buenos Aires, México,
me bañé en el Sena, y sí, vuelvo con la conclusión:
en todos esos cielos brilla igual nuestra luna llena,
y tú sigues siendo la mejor."
"Estuve en Londres, Buenos Aires, México,
me bañé en el Sena, y sí, vuelvo con la conclusión:
en todos esos cielos brilla igual nuestra luna llena,
y tú sigues siendo la mejor."
... y tardó un año en regresar
Aquí quedo demostrado que vale mas inteligencia que fuerza.
ResponderEliminarQue bueno que les salio bien al final.
¡Buenas Abbey! No sé si lees mucho la sección de comentarios de tu blog pero bueno, yo te escribo aquí ^^
ResponderEliminarNunca te había comentando nada sobre ningún capitulo y creo que ya iba siendo hora. Me encanta leer la forma en la que describes la gran forma en la que se entienden Lobito y Luna y como a veces las palabras no son necesarias con ciertas personas.
No sé, lo escribes de una manera tan profunda y que se siente tan real... ciertas frases hacen que me recorra el cuerpo ese pequeño escalofrío que te da cuando estás enamorado, ¿Sabes?, ¿Ves? Haces que me ponga en plan cursi, jajaja. En serio Abbey, estás son historias que deben existir por siempre, merecen mucho la pena.
¡Hasta la próxima y buen día, chica del andén! :3
Abrazos,
Jaime.
aish la complicidad.. :)
ResponderEliminarTengo ganas ya de leer el próximo capítulo ( o cualquier cosa que escribas <3 )