Filósofo de vagones

(historia real)

Era un día de esos llenos de trenes, despedidas y lágrimas en la garganta. Era una tarde de esas tristonas, de mirar por la ventana del vagón y ver atardecer lento.

Los trenes son lugares mágicos, son cúmulos de historias encontradas que probablemente no se conocerán nunca (o quizás sí, también son lugares propensos para comenzar otros cuentos). Los trenes son distancia con personas de esas que tienen un trocito de ti con ellas.

Esa tarde de un enero recién nacido, el vagón en el cual me iba de la casa de mi corazón (Valencia) y volvía a la casa de mi alma (Murcia), estaba inundado por una voz grave y firme. Hacia como que hablaba con su compañera de viaje, pero en realidad nos estaba hablando a todos. Habló del trabajo, del futuro, de los jóvenes,  de la educación. Habló de las metas, de los esfuerzos, de los logros y de todo lo que se aprende de las derrotas. Era una de esas personas expertas en la vida. Y como buen filósofo de calle (y de vagones), en medio de su discurso, nos dio lección de esas que no tienen precio. Este sabio con una pena venida de lo más hondo de un hombre que ha sentido mucho, dijo:

"Desgraciadamente, siempre descubrimos la vida cuando ya es demasiado tarde."

Antes de irme, quiero recomendaros un blog muy muy dulce. Sinceramente, es de esas recomendaciones que necesito hacer, porque hay personas como Blanca (la creadora del blog) que brillan y que se merecen un cielo entero para ellas solas, para poder centellear bien fuerte.

Es un blog muy curioso y original, mezcla la cocina y la fotografía. 

¡Vamos, que te cocina con fotogramas!

Merece la pena darse una vuelta, no os arrepentiréis, os lo aseguro:

http://cocinameconfotogramas.blogspot.com.es/

(Si descubres la vida a tiempo, aprovéchala por todos aquellos 

que desgraciadamente, la descubrieron tarde.)