Últimamente
no puedo parar de imaginarte en los lugares que me componen. En los
valles, playas y calles que me han hecho ser. No puedo parar de verte
en ellos conmigo a tu lado mientras te señalo copas de árboles,
casas en ruinas en las que me he colado y olas que quiero chocar si
tú también te enfrentas a ellas. Y nos contemplo como a un cuadro y
me encajas tanto. Tú no eres de mis lugares pero sí eres como el
forastero que se gana la familiaridad del condado en 24 horas, con la
diferencia de que aquí te sobran 23. No eres de allí de siempre
pero lo eres desde ahora y a partir de este momento todo tiene un
color diferente.
Aquí
hay muros enormes, memorias de guerras anteriores. Intenté escalar
esos muros por mi sola tantas tantas veces y siempre llegaba más
alto pero me caía y cada vez dolía más. Hasta que no te imaginé
allí, delante de esos muros, que tú no ves pero estoy segura de que
sientes, no comprendí que necesitaba a alguien con quien
destruirlos, no escalarlos o sobrevolarlos: destruirlos y no dejar ni
el rastro.
No
eres de allí, ni eres de mi desde siempre pero lo eres desde ahora y
todo es tan igual, tan pausado en el tiempo, pero diferente.