Hola, soy aquel sauce llorón olvidado en un rincón del valle. Soy el sauce centenario y solitario que a sus pies ha contemplado miles de besos, caricias y alguna que otra mentira.
En mi deteriorado tronco hay grabados infinitos corazones, los luzco con orgullo, soy el amor joven y principiante tallado en la madera longeva y envejecida.
Entre mis ramas pendidas se han refugiado los huidos amantes, les he dejado consumir su amor sin molestarles, ni un solo ruido interrumpió su carnal deseo.
A los jóvenes traicionados les he enseñado a contar sus penas al viento, les he enseñado a escuchar la entrañable voz del silencio, que bonito es el silencio.
He aprendido a decir las cosas sin palabras, a utilizar el lenguaje de las miradas, a expresar todo con leves suspiros.
He visto lágrimas que han sido calmadas con la ternura de un beso, he visto lágrimas secadas con sutileza y elegancia, he visto lágrimas faltas de cariño, reclamos al cielo por un engaño no merecido, agonías sobre el dolor que causa una traición.
He escuchado los más crueles términos, las más falsas promesas, los más absurdos juramentos, los susurros más bellos del universo.
He sentido como el gélido invierno congelaba mis ramas y hacia tiritar mis entrañas, he notado el alivio del sol primaveral, los pájaros traviesos entonando vivarachas melodías y el agradable olor del verde recién emergido, he sufrido el caluroso verano, aquellas tardes que parecen infinitas, esas en las que no sientes el paso del tiempo pues el calor te aísla de todo lo demás, como se agradecen las tormentas veraniegas, como refrescan la vista y el alma, he disfrutado con el nostálgico paisaje que nos trae el otoño, las hojas caer bailando una sutil danza estremecen al más duro corazón.
He vivido, he visto, he enseñado, he aprendido, he ofrecido tantas cosas y tantos momentos que me cuesta aceptar que estoy siendo olvidado, mientras nadie venga a visitar a este viejo sauce, seguiré lamentándome en un rincón del inmenso valle.
~ · Son esas cosas que dan dulzura a la vida