jueves, 18 de julio de 2019

El sucio

a mí me enseñaron a estar limpia
y estuve mucho tiempo limpia.
bien peinada,
bien vestida.
portándome bien.

en sus escaparates,
como un collar que brilla tanto que no se toca
quietecita y portándome bien,
con la gente que no se portaba bien
portándome bien.

porque yo tenía que estar limpia
y bien, siempre bien.

nunca me cambiaron la pajarera
y cuando me crecieron las uñas
alcancé la tierra.
comencé a escarbar en ella
y dejé salir a los gusanos que escribían poemas a su paso.

entonces me llenaron la pajarera de jabón
y colonia,
y yo me ahogaba entre nenuco
y doctrinas:
que no se come con las manos,
que no se hacen tantas preguntas,
que no se escribe en las ventanas,
que no se besa a las chicas,
que no se anda descalza,
que si estás limpia,
estás más guapa.

cuando no miraban dejaba que los gusanos se me enroscaran entre los dedos
y recogía sus versos,
después me empezó a dar igual que miraran.

porque mi poesía es sucia
no es para ponerla en una vitrina,
limpia,
siempre limpia.

mi poesía se expande como la naturaleza
y te ensucia las uñas,
se mete por debajo
y te las ensucia.

mi poesía tiende al sucio,
yo tiendo al sucio.

todas las cosas que me hacen feliz
me dejan barro en las pestañas.
me gusta como me huelen los sobacos
después de subir por tu montaña.

tengo las manos para usarlas
y todo lo que está vivo
mancha.

cuando corro por la orilla de la playa
y el mar me saluda con sus holas,
yo le devuelvo el saludo
revolcando mis rodillas en la arena
porque me quiero sucia.

a mí me enseñaron a estar limpia
y estuve mucho tiempo limpia
hasta que la tierra se metió por debajo de mis uñas
y yo las miré,
me reconocí
y por fin... por fin me encontré.

mis uñas después de una clase moldeando barro