jueves, 15 de enero de 2015
miércoles, 14 de enero de 2015
Soy un laberinto y no me acuerdo de la salida.
Que denso el aire esta noche.
“No te asustes (de mi)” te digo
mientras me pesan los hombros aunque después las agujetas salgan en el
corazón. Nadie debería cargar con noches como esta, yo tampoco,
pero aquí estoy. A veces creo que Sabina debería haber escrito más
de 500 noches, porque a mi ya se me quedan cortas.
Contigo me pasa eso de querer ser la
mejor de la clase y no conseguir pasar del cinco. Quiero decir,
quiero hacerte bien y hacerme bien en ti, pero sin embargo te dejo
estar en las madrugadas en las que necesito devorar tres libros y
medio de poesía, sin ni siquiera saber de verdad si entiendes lo que la poesía significa para mi. Aún no te he hablado de Neruda. No es una estrategia eficaz esa de querer que me
quieras mostrándote todo lo malo de mi y nada de lo bueno. Tengo
ciento cuatro tipos de sonrisas y sin embargo solo conoces la
nostálgica y la triste. ¿Qué estoy haciéndo/te/me? Teme.
“Estoy aquí” y el problema es que
no lo estás. Quizás todo radica en que no sé tenerte allí.
Contigo no me bastan las palabras, el hueco que me escuece se llama
querer abrazarte.
¿Sabes esas veces en las que te dicen
que cierres los ojos y camines recto? Tengo ese miedo. Todo es muy
gaseoso entre nosotros y yo me esfuerzo en caminar como si fuera
sólido, como si nosotros lo fuéramos. Como cuando miras las nubes y
sabes que no puedes saltar sobre ellas pero te empeñas en creer que
sí. Me estoy rayando, porque de verdad siento que hay rayos entre
estas cuatro paredes hoy. Si seguimos hablando del tiempo te diré que las inseguridades son la niebla entre nosotros dos.
Te estoy asustando. Y lo entiendo,
sería injusto pedirte que dieras más de ti por mi.
Esto tampoco me gustaría que lo
vieras. No sin que antes escucharas uno de mis reír sin poder parar,
que me vieras dando botes de alegría, cantando a todo pulmón, o
conduciendo hacia la playa con el sol dándome en la cara por un
lateral. No me gusta que me leas así cuando antes no has conocido
mis buenos días de hiperactividad, lo que me gusta hacer la idiota y
que me sigas el juego, no sin que sepas que estoy dispuesta a hacerte
el desayuno y a sacarte a bailar la sonrisa en los días más
difíciles. Soy capaz, pero no lo sabes porque simplemente no te lo
he dejado ver. Y qué idiota me siento.